El liderazgo trae por consecuencia el poder! Y el poder liderazgo!
El poder ejercido sin LIDERAZGO SALUDABLE deviene en coerción, manipulación y autoritarismo; pero el poder puesto al servicio del LIDERAZGO SALUDABLE es transformador.
El poder sin el liderazgo saludable como vehículo de expresión, carece de influencia real y duradera; logra adhesión, pero por temor, sin convicción y compromiso. Podemos argumentar, que “El verdadero liderazgo es el recto uso del poder”. El verdadero liderazgo debe ser definido como define el liderazgo como “el uso inteligente y sensible del poder”.
El ejercicio del poder que genera liderazgo no es el que viene por la investidura del puesto, sino por el modelaje, el desarrollo de competencias comunicacionales asertivas, la habilidad para la resolución de conflictos, la sabia negociación, el enfoque y la acción dirigida al logro de los objetivos organizacionales, todo esto, sin perder de vista la necesidades de las personas.
Este ejercicio, manejado con salud interna desarrolla poder personal. Este poder no es un asunto de posición o jerarquía, como tampoco lo es el liderazgo. En tal sentido ”Nuestra posición no nos da el derecho a mandar; sino, nos impone el deber de vivir en tal forma que los demás puedan recibir órdenes sin sentirse humillados”.
El poder ejercido desde la investidura legal, desde la jerarquía organizacional, desde la posición, pero carente de las competencias personales y profesionales para el liderazgo, degenera indefectiblemente en el ejercicio abusivo y manipulador del poder.
Si las habilidades comunicacionales del líder son limitadas, si su capacidad para envisionar un futuro mejor es miope, si sus competencias para el trato interpersonal son deficientes, si su resolución para permanecer fiel a los principios valores bien metabolizados y arraigados no es firme; entonces, cuando vengan los momentos de crisis, se sentirá presionado a recurrir a la fuerza, a la manipulación, a la coerción y al control para conseguir los resultados planteados; esto, en vez del dialogo, la apertura, la participación, el trabajo colaborativo y la conciliación de intereses.
Aprender a usar el poder para liderar, vale decir, generar influencia para conseguir resultados con base a los objetivos, requiere la entrega propia, con el fin de transformar el entorno, lo cual demanda compromiso, desarrollo de destrezas y habilidades para el liderazgo.
El desarrollo de la capacidad para liderar, provee a la persona de la estructura, el sentido y la orientación para que exprese su poder hacia el logro de los resultados propuestos.
Ahora, desarrollar liderazgo como vehículo de expresión del poder personal, es un proceso. Crecer en liderazgo implica un proceso de crecimiento personal, que se relaciona con la formación y el desarrollo del carácter, que se forja desde muy dentro hacia fuera, desde la claridad de los procesos personales del líder, desde la conciencia de sus necesidades interiores.
Hay quienes que expresan el poder en forma coercitiva, para controlar, manipular, avasallar y obtener la obediencia de los demás.
El poder expresado de esta forma utiliza el temor como instrumento. El poder que utiliza este modelo es un camuflaje para las carencias y necesidades insatisfechas; una tragedia y una senda peligrosa, que destruye la moral de las organizaciones, aniquila el buen clima organizacional, siembra la improductividad en el trabajo y llena a la organización de gente resentida.
El liderazgo no es una técnica de manipulación o metodología para mejorar el desempeño. El poder ejercido de esta manera: con manipulación, coerción y engaño, sin el desarrollo de la capacidad para el liderazgo, no reconoce los límites del otro; está viciado, y está desconectado del contacto con la gente y sus necesidades (foco de atención del verdadero líder).
El liderazgo saludable, por el contrario, supone la capacidad de ejercer el poder con respeto por lo demás, con responsabilidad, en el marco de valores y principios arraigados y comprometidos.
El líder saludable es aquel que enfoca su poder al servicio de una causa superior, que es movilizado por un propósito claro y definido que está más allá de sus metas y necesidades personales.
El poder ejercido utilizando el liderazgo saludable como vehículo de expresión se expresa bajo la filosofía de servicio, concediendo honor y respeto al otro. Este es el poder que apela a los valores y convicciones de los demás. Este poder conduce a una influencia duradera; y sus resultados son la sinergia y la interdependencia; el fomento del autocontrol, el desarrollo, el trabajo en equipo y por lo tanto el crecimiento.
La pregunta que debemos hacernos hoy es; ¿como utilizo yo mi poder?
Cuando el poder se ejerce en dependencia o como expresión exclusiva de la jerarquía, el poder está alienado, divorciado de la conciencia del verdadero propósito del liderazgo.
Por el contrario, cuando la fuente del poder, proviene de la vida saludable interior del individuo, este es pleno de presencia o vida interior.
Esa es la diferencia entre los líderes cuyo poder se expresa, al estilo maquiavélico, como una perversión del verdadero liderazgo, y los líderes saludables, con poder por salud y presencia, vale decir, líderes que expresan su energía libre y plenamente, con autenticidad, con creatividad, con visión y con sentido de responsabilidad.
Acertadamente lo expresa Manuel Barroso: “Sin vida y salud interior, el poder es un arma mortal”.
Liderazgo y poder se implican recíprocamente. Liderazgo y poder están intrínsecamente relacionados. Uno no puede existir sin el otro. El poder es el fundamento de cualquier forma de liderazgo. Sin poder no hay liderazgo, pero el ejercicio del liderazgo que tienen como base un poder alienado, es peligroso y destructivo; es la negación del liderazgo.
El liderazgo tiene el poder de destruir o de Construir.
Sanémos y llenemos esos vacíos deshaciéndonos de la anemia espiritual y almática. Solo así lograremos la tarea que como líderes escogidos nos hemos hechado a cuestas.
No perdamos la esperanza, Sí se puede ejercer el poder para bendición de quienes nos siguen!!!
